
Hace poco me comentaba alguien lo gratamente sorprendido que estaba porque una dependienta le había tratado con amabilidad… Lo cierto es que al principio me alegré por él y casi al acabar la frase no pude evitar hacer la siguiente reflexión:
¿A qué estamos acostumbrados que cuando alguien nos trata bien o nos atiende con amabilidad, nos sorprende y se convierte en una feliz anécdota?
Según la Real Academia Española, “anécdota” es:
- f. Relato breve de un hecho curioso que se hace como ilustración, ejemplo o entretenimiento.
- f. Suceso curioso y poco conocido, que se cuenta en dicho relato.
Después de que sucediera esto, me propuse observar las relaciones que se pueden tener en cosa de minutos o segundos entre seres humanos: la panadera, el señor que te pregunta la hora, alguien que busca una dirección, un niño en el metro, alguien de la cola del mercado…
¿Cuántas barreras e interpretaciones hacemos cuando interactuamos con otro ser humano desconocido? ¡Muchísimas! Pero aun así, aun cuando vamos con el corazón abierto y la máxima calma, nos seguimos sorprendiendo de los gestos amables o del cariño que recibimos de la gente.
Esto nos puede llevar a plantearnos que -incluso en nuestros círculos más cercanos- recibamos o demos un trato en ocasiones no tan amable. Podemos analizar nuestra actitud con los demás, incluso con los que ni siquiera pretendemos tener una relación.
- ¿Cómo te muestras al pasear por la calle?
- ¿Cuál es el tono que usas cuando te diriges a los demás?
- ¿Qué refleja tu rostro cuando sales al exterior?
¿Qué tal sería practicar aquello de “hoy me rodearé de amabilidad y cariño tanto para darlo como para recibirlo”?
No es estar pendiente de los demás, sino de nosotros mismos y ver a qué es a lo que me quiero acostumbrar de ahora en adelante. El cambio es posible y más sencillo de lo que piensas.
No comment yet, add your voice below!